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Encontrarse a sí mismo ayuda a superar el fin de la relación

Encontrarse a sí mismo ayuda a superar el fin de la relación

Como el amor es un tema muy presente en la historia de la humanidad, no se imaginaba que pudiera ser tan difícil escribir sobre él. Sin embargo, en medio de tantas definiciones, me pregunto si todo lo que se dice a su respecto por ahí - en las calles, televisión, libros, obras de arte, canciones, películas, etc. - es suficiente. ¿En serio? ¿No estaríamos perdiendo algo muy valioso en ese exceso de pautas sobre el amor y corriendo el riesgo de ahogarlo en un mar de definiciones y sentimentalismos banales?

Poetas, artistas e intelectuales intentaron dar nombres al amor. Esparcidos por el mundo ya lo largo del tiempo, muchos de nosotros todavía intentan, cotidianamente, encarar esa tan compleja misión. Pero tal vez la única conclusión ante miles de intentos y sus bellísimos (y diversos) resultados sea la de que no existe definición única, definitiva y exclusiva para el amor. Palabras, gestos, imágenes, sonidos, olores ... Ningún sentido explica, solo, el amor. La única forma de "entenderlo" es con todo nuestro ser.

El ansia casi desesperada en entender ese sentimiento tan complejo revela bellas producciones líricas, artísticas e incluso filosóficas. Por otro lado, trae a la superficie también la creación de fórmulas y recetas mágicas para que se encuentre la tan esperada alma gemela. Entender los matices del amor queda en segundo plano: lo importante para la mayoría de las personas es encontrar a esa parte que falta ("la mitad de la naranja"), y lo más rápidamente posible. Lo que más se disipa en nuestra sociedad son esas fórmulas para encontrar un amor y poner fin a la soledad.

La fuente de ese mito de la incompletud de los seres que sólo en el amor pueden sentirse completos está en "El banquete", de Platón . En ese texto siete personas alaban al dios Eros e interpretan el amor a su manera. En cierto momento, Aristófanes, que compone uno de los más bellos fragmentos del libro, cuenta que cada uno de los seres al inicio de los tiempos era feliz y completo. Un día, sin embargo, ese grupo despertó la furia de Zeus, que dividió cada uno de los seres a la mitad como forma de castigo. Cortadas, quedaría a las partes divididas buscar a su otra mitad perdida ... El riesgo de esos seres morir de tristeza e incompleta en caso de fracaso persiste todavía en los días de hoy. Al final, ¿cuál es el peso de la frustración de no encontrar nuestra "cara mitad"?

Escrito alrededor de 380 a. C., "El banquete" jamás perdió su actualidad y explica de forma brillante nuestra relación con el amor. Hasta hoy él es sinónimo de la complementación, de las almas gemelas, de las mitades de la naranja, de la tapa de la olla ... No importa mucho el nombre dado a las mitades incompletas, pero que el concepto de felicidad atado al encuentro amoroso es encarado como la curación de todos y en el caso de los hombres y mujeres.

A esa altura, ya podemos entender el origen del peso emocional de nuestras elecciones amorosas y la expectativa que creamos al denominar a alguien de "mitad faltante". Durante siglos hemos sido enseñados a buscar la felicidad en compañía del otro y ese ideal se ha revelado atemporal. No quiero con eso, evidentemente, disminuir la importancia del amor, mucho menos negar que estar apasionado y tener un compañero (a) transforma nuestro día a día y todo alrededor. El ser capturado por el amor es la mayor alegría que un ser humano puede sentir en la vida. Sin embargo, es importante dejar claro que hay tanto peso en la expectativa de encontrar un amor que nos complete, que muchas veces nos olvidamos del sufrimiento que el rompimiento de una relación puede representar. Estamos todos sujetos a, de repente, ver toda la alegría que sentíamos, todo el bien que hicimos y recibimos se convierte en un amargo fel.

La salud psíquica se consolida en la capacidad de establecer nuevos lazos e invertir en otras posibilidades amorosas con el paso del tiempo.

La felicidad del encuentro amoroso es proporcional a la tristeza y al abandono de percibimos al final de un amor. Esta sensación es tan intensa que es similar al dolor que se siente con la muerte de alguien querido. En el caso de la relación amorosa, se pierde una parte de sí mismo, se aleja. El final de una relación de mucha dedicación e intensidad trae la sensación de luto intenso, contaminando todo el entorno.

La negatividad que se instaura en aquel que perdió un gran amor no es sólo una impresión. Sigmund Freud decía que nunca nos exponemos tanto a la infelicidad de lo que cuando amamos, y que nos sentimos aún más desvalidos cuando perdimos el objeto amado o su amor. La ruptura del lazo amoroso, cuanto más abrupta e inesperada, suscita sufrimientos que se asemejan al desgarramiento de la propia alma. El sistema psíquico entra incluso en una especie de cortocircuito, instaurando un enorme luto.

El entendimiento que el psicoanálisis hace del luto no se refiere sólo a la muerte concreta de un objeto amado, sino también al rompimiento de una relación. Ante la muerte de un ser querido, nuestra mente se comporta de forma equivalente a lo que se dibuja con el fin de una relación: un desánimo profundo y penoso, pérdida de interés en el mundo externo y en la capacidad de amar, disminución de la autoestima. El enlutado se va alejando de la manera con que vivía su cotidiano.

Superando el fin del amor

Afortunadamente, la irreversibilidad es sólo una sensación y el dolor pasa. Para el psicoanalista J. D. Násio, el enlutado desinvierte energía en la representación del amado poco a poco y retira el exceso de afecto que existía en él. El sufrimiento no puede durar para siempre. El proceso del luto desemboca en una especie de "desamor" en relación a aquel que se perdió para que, en el futuro, se pueda amarlo de otra forma. En cualquier caso, la salud psíquica se consolida en la capacidad de establecer nuevos lazos e invertir en otras posibilidades amorosas con el paso del tiempo.

Sabemos que no todos los casos de duelo son superados de forma tranquila, siendo necesario hacer algunas distinciones. Denominamos los casos de luto patológico como melancolía. La gran diferencia entre uno y otro, para Freud, es que mientras en el luto el mundo se vuelve vacío e inexpresivo, en los casos melancólicos, la persona que perdió el objeto amado es que se siente vacía e inexpresiva. Así, tenemos reacciones opuestas en la forma de lidiar con el dolor, con la recuperación de la autoestima y con la posibilidad de invertir amorosamente en nuevos objetos. En los casos de los rompimientos amorosos, el proceso analítico puede ayudar al paciente a sustituir la representación mítica de la búsqueda por la mitad que falta por un proceso de búsqueda de la parte perdida en la parte perdida sí mismo. En el caso de que se trate de un proceso de luto e imprescindible para los casos melancólicos. Inevitablemente pasamos por muchas fases de duelo en la vida y, en el mejor de los casos, este proceso puede representar una invitación para repensar ampliamente, reinvestimos nuestra energía y miramos de forma diferente para nosotros mismos ...

El tiempo va pasando y, un día, el período difícil se quedó atrás. Lo más importante es que, como dice la sabiduría popular, la vida continúa. Concluye con las palabras de Jaques Alain Miller, ya que todas las búsquedas, tarde o temprano, acaban volviéndose hacia nosotros mismos. "Amar verdaderamente a alguien, es creer que al amarlo se alcanzará una verdad sobre sí mismo. Se ama al que conserva la respuesta o una respuesta a nuestra cuestión '¿Quién soy yo?'.


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